Pese a quien pese (a mi el primero), gran parte de la mejor música y del mejor arte se ha hecho al servicio de la iglesia. Hay que olvidarse de ese pequeño detalle y también del usualmente estrambótico vestuario de Sumi Jo, quedarnos con su voz y con esta maravilla de Ave María (en mi opinión más bonito que otros más conocidos, como el de Schubert, Gounod o Bach)
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